sábado, diciembre 09, 2006


Ayer tarde, ayer,
lento, con mis pisadas sobre el paso
lento de aquella tarde,
como astronauta en el espacio ingrávido
de un beso que arrojaran al vacío.

Allí acababa el eco
de ese misterio arcano de la voz
con la que convirtiera un nombre propio
en el misterio de mi propio nombre.
Allí, sobre la sombra de una sombra
que se cierne sin peso
sobre la pared sólida del tiempo,
allí acababa el eco,
y el alzheimer labraba sus estragos
en las aristas frágiles del tiempo.

Y el viento de la tarde me venía
como una abandonada respiración de niños
que tienen quien les vele.

Y mis pisadas eran sólo el tiempo
que el tiempo me robara
en un crujir ansioso de hojas secas.

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